Fue un dedicado transportista que trabajaba para Entec y Pharmatecnic. Su vida fue intensamente centrada en sus labores ya que, tras la muerte de su padre, perdió el contacto con sus hermanas que se mudaron al extranjero. Vivió una buena vida en el norte de Extremadura, con su casa en el Jerte.  

Una dura etapa de dolores de cabeza y extrañas voces le llevaron a relajarse con una copa al volver a casa, pero la cosa fue a peor …, comenzó a tener extraños sueños en los que, sentado en su salón mirando la espada familiar (Una antigüedad que heredó de su difunto padre) oía la llamada de alguien desde la calle, al comprobarlo, había una enorme figura vestida de negro y con sombrero saludándome.  

Los sueños se repitieron una y otra vez, fue derivado a un psicólogo de la empresa debido a la preocupación que causó cuando pidió mejores condiciones laborales de sus compañeros a su jefe. Según los testigos, su voz comenzó a endurecerse y a retumbar el edificio como si un trueno hubiese alcanzado el lugar. Comentó al psicólogo lo de sus sueños y las voces y le recetaron pastillas sin nombre en el prospecto. Los sueños y las voces cesaron, pero sintió que algo se frustraba en su interior y no estaba tranquilo. Le dieron unos días de baja para que se lo tomara con tranquilidad todo.  

Buscando planes y escapadas para desconectar, vio los videos de una youtuber de la zona que le provocaron una extraña sensación, después, encontró información para hacerse una escapa al Salugral. Al llegar, conoció a un montón de extrañas personas con las que se sentía extrañamente en familia, ahí conoció la verdad sobre lo que es y el mundo que le rodea.  

Indagando en su pasado y en su reliquia familiar, hizo buenas migas con dos Garou, Voz de Garn y Garra vengativa. Con ellos descubriste tu enorme afiliación al sujeto de tus sueños, que no era otro que el mismísimo Entiznáu, el cual velaba por el legítimo portador de la espada, que además era un fetiche muy poderoso. 

Tras romper su relación laboral con Entec, se unió al pueblo para frustrar sus oscuros planes, pero todo se convirtió en una vorágine que terminó con algunos compañeros bajo el nivel del suelo, rodeado de extrañas criaturas asesinas actuando como colmena. La operación de rescate se convirtió en una feroz batalla en la que Roberto comprendió que, por primera en su vida, formaba parte de una familia con significado para él. Alzo su espada y, pidiendo que volaran por los aires la entrada del túnel, combatió hasta la muerte reteniendo a las hordas de monstruos. Su sacrificio nunca será olvidado.  

Desde aquel día, Roberto es recordado como “El escudo del pueblo” y su nombre está inscrito en la roca conmemorativa del Salugral.